Gevaert dixit

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Joseph Gevaert
El problema del hombre. Introducción a la antropología filosófica (1974) / Curso de Antropología Filosófica (Iscreb, Sant Boi de Llobregat) con el profesor Juan Manuel Cincunegui

el hombre, el ser sin descanso *

Según una narración antigua, recogida nuevamente por Simone de Beauvoir, el filósofo Cineas le preguntó a Pirro: «Cuando hayas conquistado Grecia, ¿qué harás? -¡Conquistaré África! -¿Y luego? ¡Conquistaré Asia! -¿Y luego? ¡Conquistaré la India! -¿Y luego?, siguió preguntando Cineas. -Luego descansaré de mis esfuerzos… -¿Y por qué, repuso Cineas, no empiezas a descansar ahora?». Se toca aquí el misterio del hombre: la imposibilidad de descansar. Hay en él un ardor secreto que le impulsa hacia otra cosa, hacia algo nuevo. Ser hombre significa no detenerse, no descansar, tener algo que hacer, estar en busca de… Por eso la existencia humana es vivida como una tarea que cumplir, como posibilidad de realizarse, como vocación de vivir, como una llamada a la que responder. Es un don y una tarea (Gabe und Aufgbe).

problema vs misterio

A diferencia del pensamiento objetivo, la intuición reconoce el misterio en su concretez y descubre de ese modo la libertad y la espiritualidad del hombre, así como también el misterio ontológico. Gabriel Marcel por su parte ha insistido mucho en la distinción entre problema y misterio y consiguientemente entre dos formas de pensamiento. El pensamiento objetivante y causal examina lo real  bajo el aspecto de problema. El pensamiento existencial por el contrario reconoce el misterio del ser en el que está personalmente envuelto. Este último es el pensamiento que reflexiona críticamente para reconocer lo que hay de indudable en la existencia.

estar en la luz del ser

El conocimiento humano es ante todo y en su último fundamento apertura o sensibilidad ante el misterio del ser concreto. Es el lugar o la instancia donde el ser concreto puede ser lo que realmente es. Conocer significa en último análisis someterse al ser, reconocer la verdad del ser, conforme con el ser. El hombre, dice Heidegger, es el guardián del ser. Por eso la existencia como lumen naturale no puede ser interpretada unilateralmente como iluminación de lo real por parte del hombre. Es también estar en la luz del ser, reconocer la realidad no-escondida del ser. En este sentido es como el segundo Heidegger habla de Exsistenz, esto es, estar en la luz del ser.

el dilema de la muerte

La muerte enfrenta al hombre con esta alternativa concreta: o agarrarse a la existencia que se escapa irremediablemente y por consiguiente no puede ser el fundamento de su significado, o bien reconocer la existencia como algo que en último análisis debe considerarse como «don» que viene de alguien y confiar en esa misteriosa realidad que está en el origen de la existencia. La actitud frente a la muerte implica fundamentalmente la posibilidad de una opción frente a la raíz trascendente o metafísica de la existencia; o reconocerse como criatura o negarse como tal.

pedagogía de la muerte: dar y no tener

La muerte arroja una luz positiva sobre el significado mismo del tener: la búsqueda de bienes materiales y culturales, la creación de una civilización humana, el reino del tener de las estructuras en general, tienen sentido si sirven a la promoción de los demás y son usados para reconocer a los otros. Las cosas son en su propia esencia no ya cosas para poseer y conservar, sino realidades para dar. «Las cosas, dice Levinas, no se manifiestan como algo que se construye, sino como algo que se da». En el ámbito de la humanidad histórica lo único que se salva después de mi muerte y lo que se perpetúa en las demás generaciones es la fraternidad del don. Todo el que haya puesto el significado de su propio trabajo en la promoción de la bondad del otro, tendrá el gozo de ver cómo permanece su significado incluso después del ocaso de su propia existencia individual.

no es mi muerte, es la tuya

La muerte se revela concretamente como amenaza sobre mi vida y se manifiesta en su verdadera realidad de muerte en la experiencia de la muerte ajena, más exactamente en la muerte de la persona amada (…). L. Brunschvicg: «Lo que importa no es mi muerte ni la suya, sino la muerte de las personas que amamos. En otras palabras, el problema, el único problema esencial, es el que plantea el conflicto del amor y de la muerte». (…) En la persona amada la muerte me hiere a mí mismo, ya que el sentido de mi existencia está radicalmente ligado a la persona amada. Allí la muerte irrumpe concretamente como amenaza del amor e hipoteca el sentido mismo de la existencia. «Un solo acto de amor personal es suficiente para captar en concreto el núcleo esencial de la muerte humana», observa P. Landsberg».

*Los títulos que encabezan los fragmentos son del autor del blog

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